sábado, 24 de enero de 2015

El arte según Platón: breve introducción al autor y su obra. Explicación de su teoría del arte a través del desgajamiento del X libro de ''La República''

-Introducción al autor y su obra:

Platón, detalle de La Escuela de Atenas, de Rafael Sanzio.

Platón (Atenas, Grecia, 427 - 347 a. C.) fue un importante filósofo de la Grecia Clásica. Se vio influenciado por el pensamiento de Sócrates (Atenas, Grecia, 470 a.- 399 a.C), del que parte su filosofía. Desde muy joven fue seguidor de este filósofo, y aunque este último no dejó ningún documento escrito en vida, gracias a Platón se conoce bastante bien su pensamiento. No obstante, a partir de su período maduro especialmente (386-370 a.C.) ya fijará su filosofía propia. Su doctrina será muy útil además para forjar las ideas de su discípulo Aristóteles (Estagira, Macedonia, 384 a. C.-322 a.C.)

La mayoría de las obras de Platón (y las que mejor se conservan) están escritas en forma de diálogo, y de ahí que tomen el nombre común de diálogos platónicos. Los diálogos se suelen dividir en cuatro fases, según las etapas vitales del autor.

Los diálogos de juventud, que van de 399 hasta 389 a.C., son básicamente la recolección y exposición de la filosofía socrática. Hay una gran cantidad, y se puede citar por ejemplo Apología de Sócrates o Critón, ambos acerca de Sócrates, y por otro lado Lisis y Cármines, acerca de valores como la amistad o la virtud de la templanza, correspondientemente.

Luego, los diálogos de transición (389-385 a.C.) mezclan elementos de la filosofía de Sócrates con otros propiamente platónicos. Algunos de ellos son: Gorgias, Hipias Mayor y Menor o Menón, que hablan sobre la retórica, la belleza y la verdad y la enseñanza posible o no de la virtud, respectivamente. Estos diálogos muestran una variedad de temas exageradamente rica.

Los diálogos de madurez son escritos entre 386-370 a.C. En ellos Platón determina su filosofía, apartándose mucho del influjo inicial que recibió de Sócrates. La República, que después será estudiada, figura en esta etapa del pensador. El resto de diálogos de madurez trascendentales son: Fedón, El Banquete y Fedro, que tratan acerca de la inmortalidad del alma, la belleza o el amor. Quizás el más distinto temáticamente es La República, por plantear cuestiones varias, especialmente políticas o con relación a eso, pero también metafísicas y gnoseológicas. 

Finalmente, los diálogos de vejez se encuadran entre 370 y 347 a.C. Hay diálogos propiamente críticos, en los que el autor reflexiona acerca de sus mismas teorías. Estos son anteriores a los diálogos de vejez tal cual expresados, y son los siguientes: Parménides, Teeteto, Sofista y Político.
Los diálogos de vejez, en cambio, pueden ser de tendencia pesimista, como Las Leyes, de planteamiento similar a La República pero expresada negativamente. También está otro, el conocido como Timeo. Este último se torna hacia una reflexión cosmogónica inevitablemente religiosa que vaticina el fallecimiento de Platón. 

La obra titulada La República, de la que se realizará un análisis de uno de sus capítulos a continuación, se encuadra dentro de los diálogos platónicos de madurez que se citaron anteriormente. Expone a la perfección la filosofía de Platón, definiendo y consolidando su pensamiento mediante diversos temas: justicia, política, sociedad, educación, arte, el alma, el bien y el mal, etc. Los trata según su visión ideal de los mismos (por ejemplo, el Estado ideal). De este modo, La República, al narrar la filosofía platónica resulta trascendental para conocer su percepción, por ejemplo, de la metafísica o de la gnoseología.

-Comentario del Libro X de La República de Platón: 

En líneas generales, el Libro X de La República se divide en dos grandes temas: la crítica hacia la 
poesía y la explicación del alma. En este caso, se analizará la parte correspondiente a la crítica hacia la poesía. Platón realiza una distinción muy clara entre lo real y lo aparencial. De este modo, lo real comprende a un sólo término: la denominada ''idea''. El concepto de idea remite a la famosa teoría de las ideas elaborada por dicho filósofo, la cual divide el mundo en dos géneros: el mundo sensible y el mundo inteligible. Al mundo inteligible pertenecen las ideas, que son las entidades absolutas que confieren la realidad. Todo lo demás es puramente aparencial, y se encuadra dentro del mundo sensible. Eso quiere decir que todo lo apreciable, es decir, lo que existe, es posible porque hay una idea previa creada por Dios de la que se valen las cosas para existir, según dice el décimo libro de La República. 

Así, lo aparencial, en esta obra, es tanto lo creado por un artífice como lo creado por un imitador. Pone de ejemplo al hacedor de camas, que se vale de la idea, la que le otorga Dios, para saber qué es una cama y cómo fabricarla. Este personaje es el artífice. Sin embargo, hay también un imitador, es decir, aquel que refleja lo que el artífice crea. Según Platón, este último personaje, cuya ocupación sería la del artista, no comprende lo que imita, simplemente lo recrea. Con este ejemplo, Platón realiza una escala de la verdad, situando a las ideas como lo único verdaderamente real, tal y como se citó anteriormente, y por detrás de ellas iría lo creado y lo imitado. Perteneciendo estos dos últimos términos a lo aparencial, primero va lo creado, ya que existe porque es comprendido y hecho, y en último lugar lo imitado, que no puede emularse en una representación artística de no ser porque antes alguien lo ha construido, así poniéndolo de manifiesto en la realidad. Esto lleva a la conclusión de que Platón considera que el imitador, es decir, el artista, reconstruye lo que ve siguiendo su propia percepción de la realidad, además del influjo de su propio pensamiento.

Es por ello que sitúa al imitador en el tercer puesto de la escala de la verdad. De este modo, dice que un pintor (artista plástico) que representa la cama creada por el artífice basándose en la entidad absoluta está ofreciendo su propia visión del mueble, algo que no tiene nada de verídico, sino que resulta personal, fruto de la contemplación individual del objeto.

A través de este importante ejemplo del libro, el filósofo define a la perfección la concepción que él tiene de las artes visuales: un simple reflejo de la realidad hecho por el que desconoce en qué consiste lo que imita. Y lo pone de manifiesto a través de su opinión sobre la pintura, pues el pintor en la escala está tan sumamente alejado de la idea, de lo auténticamente real, que no es útil ninguna de las representaciones que haga, puesto que no aportan ninguna verdad o conocimiento certero al hombre. 

No obstante, Platón procura volcar su crítica en este texto no tanto hacia la pintura, sino hacia la poesía, que también es un arte aparencial e imitador de lo real. Fuera de esto, su visión acerca de la pintura resulta muy útil a la Teoría del Arte, y a la Historia del Arte en general, especialmente al tratarse de una reflexión acerca de una disciplina artística visual. La teoría de las ideas de Platón, y sobre todo su teoría de la realidad, será trascendental para la Filosofía del Arte de Aristóteles, quien considera al arte como una mímesis, que completa la realidad, pero que no la copia de manera burda. Esta concepción de Aristóteles resultará fundamental para el arte, y está basada en la idea de Platón, aunque este tenga una visión más bien negativa por el hecho de distanciarse de la realidad. 

Volviendo atrás, acusa a la poesía de ser patética, pues busca causar una conmoción y/o catarsis en quien la escucha. Pero no aporta ningún tipo de conocimiento cierto, al igual que pasa con la pintura o cualquier otro arte. El hecho de que no aporte ninguna verdad, de que sea sólo algo que imita lo real, y que además busque el despertar de las emociones, determina la postura negativa de Platón hacia la poesía. Incluso el pensador rebaja la condición de este tipo de literatura porque considera que despierta el lado irracional del alma, es decir, los impulsos y pasiones del hombre. Lo que no es racional para Platón resulta pernicioso e inservible, y lo pone de manifiesto a través del ejemplo de que la poesía es capaz de reducir a los héroes a los sentimientos más primitivos del ser humano (fuerza, melancolía, tristeza), pasando por alto las virtudes que precisamente los convierten en personas especiales. 

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