viernes, 31 de julio de 2015

Iconografía e iconología de ''Cante hondo'', de Julio Romero de Torres

Julio Romero de Torres es un pintor decimonónico pluritemático, no obstante, normalmente encuadrado en el contexto del folklore andaluz.

Gran apasionado de las tradiciones propiamente andaluzas, como la tauromaquia pero, sobre todo, el cante jondo y la copla, fueron de sus grandes inspiraciones para pintar. En definitiva, este lirismo andaluz, que es tan característico de su obra, se explicará a continuación mediante la explicación de la clave ''Cante hondo''.


La pintura resume la idea de este género, descomponiendo su estructura en varias figuras, personificando así las diversas ideas que transmite este tipo de música.


El personaje central se muestra completamente desnudo. Esto es algo muy habitual en la pintura de Julio Romero, cargada de sensualidad y erotismo, pero aquí además se celebra la condición de divinidad que tiene esta mujer. Se trata de la diosa de la Fatalidad, o simplemente, diosa del Destino (con connotaciones negativas, tal y como en la actualidad se entiende por ''fatal''). Es el destino que se da en aquellas personas que se dejan llevar por las pasiones. Sus atributos son la guitarra, la mantilla y la peineta; es una diosa andaluza. Se trata de la divinidad que además sirve como eje articulador al cante hondo y, por tanto, a la composición. A pesar de que el pubis con vello, además de sus tacones, confieren a la imagen naturalismo y sensualidad, respectivamente, lo cierto es que su rostro refleja una gran preocupación; está inquieta porque los actos humanos descontrolados llevan a consecuencias, como su propio nombre indica, fatales. Y son inevitables.


Parece elevarse sobre un trono plata con relieves de corte clásico que, si se aprecian con detalle, no dejan de ser escenas mundanas inspiradas en otras pinturas del autor.


A la derecha de la Fatalidad aparece la personificación del amor en pareja, representando por una mujer ataviada con ropajes ligeros que liberan uno de sus pechos en señal de la pasión que sufren tanto ella como su amante mientras se besan para después, seguramente, hacer el amor. La rapaza viste de verde, un color que alude a la vida y la fertilidad. El simbolismo cromático en Julio Romero también juega un papel importante, como se verá más adelante.


La imagen pacífica y casi lujuriosa cambia totalmente con la situación representada abajo, en donde la mujer anterior se encuentra desplomada en el suelo, debido al ataque mortal recibido por su pareja. Esta agarra el arma blanca con fuerza, ensangrentada, y se agarra del cabello con desesperación. Se trata de la personificación de los celos. La joven murió porque su cuello fue sesgado, lo que se da a entender con la sangre derramada alrededor de la cabeza, y las manchas del pecho del que, además, cae un rosario. Dios rescatará su alma. Por otro lado, va vestida de negro, aludiendo al carácter fúnebre de los hechos; totalmente contrario al vestido verde de la anterior escena.


La última escena de esta interesante composición muestra a la mujer asesinada con la mortaja blanca, aludiendo a su fallecimiento pero también a su pureza como víctima. Se encuentra en un ataúd mientras dos personajes la flanquean. El de la izquierda es otra joven, posiblemente un familiar cercano, quizá su hermana, o tal vez una amiga, que lamenta su muerta. El de la derecha es un muchacho que no se identifica en absoluto con el homicida. También podría ser un pariente o tal vez el amante por el que la mujer entregó su vida sin querer. Y por encima de la fallecida, se yergue un enorme galgo negro; otro posible atributo de la Fatalidad, pues la raza de los galgos es propia de España, y por ende, de Andalucía. Tal vez sirva como un psicopompo para Julio Romero, debido no sólo a su posición, sino también a su color; como el Anubis del Antiguo Egipto, el oscuro canino eleva las almas al Cielo. 


Al fondo se aprecia el paisaje cordobés, tan frecuente en el pintor. Y en concreto dos escenas, en las que aparecen actos cotidianos de corte simple, que podrían tener que ver o no con el significado principal de la obra. De estas, la más particular es la situada a la izquierda, con la mujer recostada a la vera de un hombre que parece sucumbir en el suelo. Es posible que se trate de una versión alterna de la imagen de los celos vista anteriormente, aunque es complicado establecer una unión significativa con la pequeña escena de la derecha, así que esta parte de la composición queda en entredicho en cuanto a su significado.

La obra en el museo cordobés de Julio Romero de Torres