sábado, 5 de julio de 2014

Pequeña reflexión acerca de la materialidad inevitable del arte, y el land art como vía de escape

Es cierto que el artista puede imaginarse cualquier cosa, y que percibe la realidad canalizando todos sus elementos a través de los cinco sentidos. Son sus dos principales motores de ''inspiración'', eso si el artista se rige por la misma, que está bastante mal valorada por unos y bastante bien valorada por otros. Pero quien crea arte, no obstante, debe tener en cuenta que una obra es algo material, algo tangible, y que la mente no es lo único que necesita para hacerlo. Un artista no podrá expresar absolutamente todo lo que su cabeza desea, pues la propia limitación física de usar un soporte para luego trabajarlo ya evidencia que la obra de arte tiene un tope. 


"The Rhythms of Life". De Andrew Rogers (2006).

Quizás el land art es el mejor ejemplo de un arte tangible más ''ilimitado'', en el sentido de que el paisaje mismo es el soporte donde el artista crea, hace y deshace. El espacio, principal traba en el arte, lo que la obra ocupa, es en el land art toda la realidad tal y como se percibe; es un ambiente natural, con su luz, con su aire y su temperatura. No se trata de un lienzo que contiene la realidad, sino de una realidad alternada bellamente. Un espacio modificado, que se extiende. ''The Rhytms of Life'', que representa un escudo de la tribu masái con todos los elementos que lo distinguen, no puede aislarse como el ''dibujo'' que es trazado en la tierra. Sus dimensiones son, realmente,e el suelo donde es encuentra, que no tiene fin. No existe un marco ni una manera de separar lo representado de los arbustos que lo rodean, por ejemplo. El land art, al ser colosal, recuerda a la arquitectura, pero sin embargo ésta se debe regir por unas leyes físicas que frenan la libertad de la que goza el primero. Por lo demás, el land art también se ve influenciado por los cambios estacionales, horarios, etc, lo que dota a las obras hechas de esta forma de gran pluralidad.

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